NUESTRA VIVIENDA Y EL CONFINAMIENTO (I)

06.09.2020

Hoy introduciremos un tema que no solo resultará interesante a psicólogos o arquitectos, sino que al habernos afectado en múltiples grados y formas a toda la población, ha adquirido una gran relevancia para todos nosotros.

Desde que en marzo de este año nuestro modo de vida cambiara drásticamente debido a la pandemia, las personas hemos pasado mucho más tiempo habitando nuestra vivienda, ya sea prácticamente las 24 horas del día durante el confinamiento o reduciendo nuestra vida fuera de ella en los meses posteriores. En mayor o menor medida hemos conocido mejor sus características físicas (dimensiones, distribución, iluminación, materiales...) y aunque sea de forma inconsciente, del impacto que éstas producen en nosotros al percibirlas (ajuste emocional, productividad, sensación de amplitud o estrechez...).

Especialmente durante los meses que más nos vimos obligados a permanecer en nuestra vivienda sufrimos estrés, miedo e incertidumbre provocados por una situación nueva y que no podíamos controlar, problemas laborales (y por tanto económicos), dificultades de conciliación familiar al compaginar teletrabajo y cuidado de los niños, empeoramiento o aparición de problemas de salud física debido a la falta de atención médica y mayor sedentarismo, etc. Y precisamente quienes más sufrieron estos problemas son los que peores viviendas habitaron desde el punto de vista de la calidad arquitectónica, lo cual agravó su situación y en muchos casos suscitó la aparición o empeoramiento de problemas de salud mental.

Las malas condiciones propias de una vivienda que no se ajusta a nuestras necesidades no solo aumenta estos problemas mencionados, sino que es un factor muy importante de generación de desigualdades sociales. Por ejemplo, los niños que compartían habitación con hermanos de otras edades, no disponían de tecnología suficiente ni de espacio para jugar y hacer ejercicio recibieron una educación de peor calidad y sufrieron un mayor estrés psicológico. Este efecto ya fue evaluado previamente en diversos estudios como los de Evans et al. (2005), Goux&Maurin (2005) o Hanscombe et al. (2011), que demostraron que los niños que viven en hogares caóticos y abarrotados (con más personas de las adecuadas para el tamaño de la vivienda), tienden a rendir de forma menos efectiva tanto cognitiva como académicamente. El colegio ejercía un efecto de democratización de la enseñanza que con la enseñanza online se pierde. Estos niños tendrán una peor educación, y por ende, más probabilidad de fracaso escolar y menores ingresos en su etapa adulta, lo cual realimentará las desigualdades sociales.

A pesar de la falta de estudios empíricos, la vivienda siempre ha sido un tema bastante tratado en numerosos ámbitos del conocimiento. Desde la propia filosofía ya se dotaba a la vivienda de un carácter simbólico especial, enfatizando en la necesidad de diferenciar el "hogar" de cualquier otro "espacio habitable". Basándose en un estudio clásico de Fried (1966), autores como HW Schroeder (1991) han definido el concepto de "apego al lugar", término que comparte muchas características con el apego hacia otras personas desarrollado por John Bowly a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, como por ejemplo que su alteración, separación e incluso destrucción pueden suponer un gran dolor para la persona. El "apego al lugar" consiste en una fuerte vinculación afectiva a un espacio, y ha sido datado en numerosas culturas y épocas históricas, llegando a la conclusión de que es parte de la naturaleza humana (y de muchos animales en realidad) crear este tipo de conexiones emocionales con el entorno.

Podemos desarrollar un fuerte apego a múltiples espacios, no es algo exclusivo del concepto de hogar. De hecho, es posible desarrollar un mayor apego al lugar por una parte de la vivienda en concreto, o por una calle, un conjunto de viviendas, un edificio simbólico (p.e. el estadio de nuestro equipo deportivo) e incluso un espacio natural al aire libre. Una consecuencia lógica de este concepto es que uno de los principales objetivos de la buena arquitectura en lo que respecta a la vivienda ha de ser que la vivienda se convierta en el "hogar" de la persona que la habite. Es decir, que la persona desarrolle un fuerte apego al lugar en toda ella. Pero hay que tener mucho cuidado en este aspecto, ya que el apego al lugar puede desarrollarse en todo tipo de viviendas, estén estas bien ajustadas a las necesidades o no. Y en el caso de no estarlo, esto puede provocar muchos efectos negativos.

Para desarrollar un "apego al lugar positivo" hay que tener en cuenta múltiples factores, y varios de ellos escapan a nuestro control, como pueden ser la cohesión de la unidad familiar que la habite, el contexto social del barrio, factores ambientales como el ruido o el tráfico, etc. Sin embargo, muchos de ellos los podemos controlar a la hora de diseñar, reformar o redistribuir una vivienda, e incluso tener en cuenta los factores no controlables para potenciar factores controlables que los mitiguen. Un factor clave a la hora de explicar si una vivienda se ajusta a nuestras necesidades es el "ajuste emocional". En los hogares que no son meras residencias, es decir, en los cuales se está desarrollando un apego al lugar, entran en juego características como la privacidad, capacidad de auto-expresión, identidad personal o calidez (Altman, 1981; Dovey, 1985; Smith, 1994).

En un estudio de Graham, Gosling y Travis (2015) pasaron un cuestionario que crearon expresamente, al que llamaron "Inventario de ambientes deseados en el hogar ideal", compuesto por 18 espacios que podemos encontrar habitualmente en un hogar (p.e. vestidor, recibidor, habitación, cocina, lavandería, etc.) y 29 conceptos principales a los que los participantes tenían que asociar cada espacio (p.e. familia, productividad, intimidad, descanso, etc.). Tras el estudio factorizaron los resultados y obtuvieron seis factores principales, que etiquetaron como descanso/recuperación, afinidad/socialización, almacenamiento, estimulación, intimidad y productividad. Podríamos deducir que si una vivienda tiene al menos un espacio, que no tiene necesariamente que ser una habitación entera sino parte de ella, que sus ocupantes puedan identificar y asociar de forma subjetiva a cada uno de estos seis factores, tendríamos una vivienda con un correcto ajuste emocional.

El quid de la cuestión es que cada persona tiene su propia interpretación subjetiva de dichos espacios, y además las necesidades de la persona son variables en el tiempo (tanto por cambios en la persona como por cambios en las circunstancias, como es el caso de vivir una pandemia). Lo cual convierte al diseño de viviendas que quiera tener en cuenta estos factores en una tarea realmente complicada. De nuevo, trayendo a colación las desigualdades sociales, si disponemos de un presupuesto generoso, una normativa laxa y espacio, podemos crear una vivienda teniendo en cuenta estos factores que se ajuste bastante bien a las necesidades del cliente. Sin embargo, la realidad es bien distinta, y para la gran mayoría puede sonar a ciencia ficción, especialmente en España. La mayoría de viviendas construidas son claramente insuficientes de partida en cuanto a sus características físicas, y en el mejor de los casos son viviendas "genéricas", excesivamente rígidas y poco adaptables, ya que en España existe muy poca tradición en lo que respecta a particiones ligeras o capacidad de crear espacios dinámicos.

La adecuación de nuestras viviendas "a nuestro gusto" es una forma de referirnos a nuestro deseo de que la vivienda se ajuste lo máximo posible a nuestras necesidades, y en especial a nuestro ajuste emocional. Puede hacerse desde cambios a nivel de reformas que jueguen con la distribución interior o al interiorismo y el empleo de muebles y decoración. Pero durante el confinamiento hemos aprendido más sobre nuestra vivienda, haciendo consciente o inconscientemente ejercicios de ajuste para adaptarla a nosotros. Por ejemplo, buscando la circunferencia o rectángulo libre máximo donde podríamos instalar nuestro gimnasio improvisado. También hemos encontrado o potenciado aquellas partes de nuestra vivienda que mejor ajustan nuestro estado de ánimo, como la orientación y posición en la terraza o junto a una ventana que nos proporciona la mejor luz natural posible.

En la segunda parte de este artículo nos centraremos en el estudio de Graham, Gosling y Travis que hemos mencionado, y trataremos de profundizar en lo que sería una vivienda perfectamente ajustada. ¡Os esperamos!

Gonzalo Bonet (@GBCLopi)

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