NO LES DES DATOS, ENSÉÑALES A INTERPRETARLOS

20.09.2020

El conocido proverbio chino de "si un hombre tiene hambre no le des un pez, enséñale a pescar", como muchos otros proverbios, está sujeto a múltiples interpretaciones que no necesariamente están referidas a la habilidad para obtener alimento. De hecho, algunos debates y argumentaciones al respecto se adentran de lleno en el terreno de la filosofía y la ética. Hasta tenemos en España nuestra propia anécdota en la hemeroteca de la mano de Albert Rivera: muchos recordarán como allá por 2015 el entonces líder de Ciudadanos afirmó que cuando gobernaran en Andalucía "iban a enseñar a pescar, no a repartir pescado".

A pesar de que cuando llegaron al Gobierno autonómico de la mano de PP y VOX la idea quedó, como muchas otras, bien guardada en un cajón, esa expresión de Rivera plasmaba perfectamente la idea de fondo de este proverbio, significando en este caso que destinar los recursos a crear un tejido productivo que a largo plazo genere riqueza es mucho mejor que emplear esos recursos en continuar con una política de subvenciones paliativas.

Pero la interpretación de este proverbio que haremos hoy va a ir un poco más allá, y ni siquiera se referirá a recursos materiales, sino al tratamiento de la información. Estamos ya bien adentrados en el siglo XXI, y desde hace más de 20 años la comunicación entre distintos lugares del mundo es prácticamente instantánea gracias a internet, lo cual ha agilizado enormemente la labor periodística y de investigación. Especialmente en la última década, casi la totalidad de la población de los países occidentales tiene acceso a la red, y la gran mayoría en dispositivos móviles, que pueden consultar desde cualquier lugar.

Fruto de ello, el crecimiento de la información disponible ha crecido de forma exponencial hasta el punto de que el exceso de información ya supone un grave problema a la hora de informarse. La capacidad de análisis crítico era imprescindible hace 50 años, y lo sigue siendo ahora, pero hay que sumarle una segunda capacidad: la de cribado de la información y selección de fuentes. Cuando tan solo se disponía de un solo canal de televisión con un solo informativo (el NO-DO) y de algunos medios de comunicación en radio y papel, el ciudadano debía centrarse únicamente en juzgar la información. En la actualidad esto ya no es suficiente, ya que disponemos de tanta información a nuestro alcance que corremos el riesgo de que por mucho que nos informemos sobre un tema no estemos abarcando toda la información disponible o que estemos acudiendo a medios que están elaborando noticias falsas o erróneas debido a la mala interpretación de los datos (consciente o inconscientemente) por parte de los periodistas.

Precisamente este último es uno de los grandes problemas que se han agravado a medida que hemos ido teniendo acceso a más información: la degeneración ética y mercantilización del periodismo. El periodismo que ya no se centra tanto en ofrecer información, sino en interpretar dicha información por nosotros, tanto para orientar nuestra opinión de forma intencionada como para darnos la información que queremos leer, no la que necesitamos. Esto hace que el estar informado pase un segundo plano a costa de que no suframos disonancia cognitiva y nos sintamos satisfechos porque la información se ajusta a nuestros esquemas mentales. Eso provoca que acudamos siempre a los mismos medios a informarnos, y en consecuencia el medio aumenta la fidelidad de sus lectores/oyentes, que pasan a ser clientes de un servicio. Esta visión mercantilista del periodismo lo convierte en un modelo de negocio más rentable económicamente, pero nefasto para la objetividad, ya que para contentar a su cliente estos medios deben omitir información que no sea bien recibida e incluir en la noticia el juicio crítico que el lector/oyente debería de hacer por sí mismo, para que este juicio crítico siga siendo coherente con sus esquemas mentales.

Seré totalmente sincero contigo, lector: informarse bien es duro. Muy duro. Y hacer periodismo ético, también. Porque una noticia no es una información aislada en el espacio y el tiempo, sino que tiene un contexto que en la mayoría de ocasiones, sobre todo cuando hablamos de política, economía o sociedad, es extremadamente complejo. Y ese contexto hemos de aprenderlo poco a poco, integrando la nueva información en un rompecabezas del que siempre nos faltarán piezas. Y al integrarlo influye mucho el juicio crítico, ya que influirá tanto en la relevancia que le demos a la información recibida como al significado que tenga esa información y su posición dentro del rompecabezas.

Por tanto, es imprescindible que la información que recibamos sobre un tema no incluya juicios de valor ni trate de criticar a los actores de la noticia por nosotros. Las noticias no han de tener una conclusión, no son un relato basado en hechos reales. La conclusión la debemos elaborar por nosotros mismos tras leer la noticia en base a nuestra interpretación. Por supuesto, dicha conclusión estará sesgada por nuestros prejuicios, valores, etc., pero será nuestra conclusión. Y con el paso del tiempo, dicha conclusión será cada vez más objetiva porque dispondremos de más contexto. Emocionalmente es mucho más aburrido tratar de ser objetivo, pero es el precio a pagar por tratar de buscar la verdad objetiva.

Es muy fácil detectar si la noticia está tratando de hacer estos juicios por nosotros, pero es más difícil saber si nos está ocultando información o si nos está dando datos erróneos o interesados. Normalmente el que se trate de hacer juicios por nosotros ya nos debería poner en alerta, pero aun así la ausencia de datos también puede deberse a que forman parte de ese contexto del que hemos hablado e incluirlos aumentaría en exceso el tiempo o extensión de la noticia. Por eso resulta imprescindible ser honestos con nosotros mismos y reconocer que estamos leyendo una pequeña parte de un todo, una página de un enorme libro, y que ese todo ha de completarse con datos de fuentes contrastadas y otras noticias similares de distintos medios. Es decir, tener una versión holística de la noticia. Aceptar esto, dicho sea de paso, nos evitará muchas discusiones estériles con interlocutores que tengan una versión sesgada de la noticia que quieran imponernos.

Retomando finalmente el título del artículo, en un momento de la historia en el que disponemos de más datos que tiempo material para analizar, la educación es la clave. Una educación que no se centre en darnos datos, sino que nos enseñe a interpretarlos. Una educación basada en alejarse de discusiones basadas en trincheras (como ya mencioné en este artículo), en aprender a seleccionar datos y negarse a que los interpreten por nosotros. Educación basada en el inconformismo y sobre todo en honestidad, en admitir que nunca estaremos totalmente informados sobre un tema, para de este modo estar abiertos a que la realidad pueda cambiar cuando aparezca nueva información.

Gonzalo Bonet (@GBCLopi)

© 2019 Post Politics. Todos los derechos reservados.
Creado con Webnode Cookies
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar