- DIARIO DE LA CUARENTENA #2 - EL SUEÑO OSCURO DE TRUMP -

Vivimos días donde la actualidad es muy volátil, y resulta extremadamente difícil terminar de escribir un artículo sin que resulte incompleto o incluso obsoleto debido a una novedad informativa que ocurrió durante su redacción. Uno de los temas que me propuse para esta cuarentena es analizar la actitud de los líderes mundiales que encarnan el populismo reaccionario y su actitud ante esta pandemia. Y la mejor forma de analizarlos debido a esta variabilidad es hacerlo cronológicamente.
Desde que se inició la crisis del Covid-19, hemos visto cómo gobiernos y partidos de este bloque reaccionario han aprovechado este "shock" y el miedo que produce el coronavirus en la población para implantar o demandar medidas afines a su ideología, principalmente de corte xenófobo, como la medida adoptada el 3 de marzo por Viktor Orban, que suspendía el derecho de asilo a los refugiados. Otros partidos han puesto el foco en los inmigrantes ilegales como posibles portadores de contagio, como por ejemplo en España, donde han hecho un llamamiento a que los inmigrantes ilegales pierdan su derecho a la sanidad universal.
Pero por delante de estas medidas hay una corriente cada vez más evidente de coordinación entre los principales gobiernos de este tipo en el mundo, encabezados por Donald Trump, Jair Bolsonaro y Boris Johnson. Ambos están prácticamente copiándose sus estrategias e incluso apoyándose entre ellos, como vimos el 12 de Marzo cuando EEUU suspendió todos los vuelos con Europa, a excepción, casualmente, de Reino Unido.
Durante esos días, cuando en Europa casi todos habíamos dejado atrás la fase de negación de la pandemia, en ellos prevaleció la línea argumentativa de quitar hierro al asunto. El 9 de marzo, Trump se desmarcaba con comentarios como que "más gente muere por la gripe al año y no pasa nada". El 10 de Marzo, Bolsonaro criticaba que la crisis del coronavirus estaba "sobredimensionada" y Boris Johnson planteó el 13 de Marzo la famosa "estrategia de la inmunidad de grupo", donde planteaba no tomar medidas de confinamiento para no perjudicar la economía porque consideraba que las consecuencias eran asumibles.
Sin embargo, el 16 de marzo, un estudio del Imperial College de Londres que analizaba la posible propagación del virus en EEUU y Reino Unido, calculó que de no tomarse medidas de distanciamiento social, podrían morir a causa del virus aproximadamente 2,2 millones de personas en EEUU y unas 500.000 en las islas británicas, superando hasta en un 3.000% la capacidad del sistema sanitario. Esto hizo que ese mismo día ambos países decretaran medidas mucho más drásticas, que desde ayer se han endurecido en el Reino Unido
(Podéis encontrar el estudio aquí: https://www.imperial.ac.uk/media/imperial-college/medicine/sph/ide/gida-fellowships/Imperial-College-COVID19-NPI-modelling-16-03-2020.pdf)
Y en nuevo giro del discurso, hoy hemos desayunado con las declaraciones de Trump, que ha decidido dar marcha atrás en las medidas tomadas y dar libertad a cada estado para que tome sus propias medidas, aunque esto limita mucho su carácter coercitivo y muchas personas no respetan los consejos de distanciamiento social. Ha dicho perlas como que "es mejor que muera toda la gente que tenga que morir por el coronavirus a paralizar la economía, porque eso mataría a más gente" o "los americanos tienen mucha energía, no están hechos para estar encerrados en casa". Por su parte, Bolsonaro, el mismo día, vuelve a quitar importancia al asunto y llama "costipadinho" al virus.
Como hemos hablado en la serie principal de este blog sobre los dogmas del capitalismo actual, parte del paradigma económico en el que vivimos consiste en primar el beneficio económico por encima de cualquier cosa. Las grandes empresas necesitan beneficios para contentar a sus inversores o no son viables y acaban siendo tragadas o sustituidas por empresas más "ambiciosas". Empleando la declaración universal de derechos humanos a modo de papel higiénico, parece que estos gobiernos están haciendo una suerte de cálculos de guerra en los cuales se incluye un capítulo de "bajas asumibles".
Porque al parecer, el paradigma no puede (o más bien, no debe) cambiar. El sistema no puede cambiar, y si es necesario, en vez de aprovechar una crisis para detectar y corregir errores y fortalecerlo, este sector de la humanidad está dispuesto a sacrificar vidas humanas con tal de no caer. Y en EEUU al menos, no es la primera vez que lo hacen. Ya en el proyecto Manhattan experimentaron en su propia población los peligros de la radiación en el cuerpo humano, entre otras cosas, igual que los nazis experimentaban con judíos o gitanos. Y ahora, aunque tras el Código de Nürenberg (1947) y la posterior declaración de Helsinki (1964) no está permitido experimentar con humanos, existe un "vacío legal" a la hora de, por inacción, permitir que tus ciudadanos se contagien de un virus con una nada desdeñable tasa de letalidad con tal de salvar la economía tal y como la conocemos.
Por lo visto, el sueño oscuro para los economistas sin escrúpulos mal llamados a sí mismos "liberales" está tomando forma y a estas alturas parece bastante obvio: ya que parece que casi la totalidad de países del mundo van a tener que aplicar un confinamiento forzoso y desactivar su economía durante varias semanas o meses, ¿qué pasaría si en nuestro país decidimos continuar adelante con la actividad económica y asumir el coste en vidas humanas del contagio masivo? El país saldría de la crisis global con una economía más fuerte que la de sus rivales a costa de dejarse los cadáveres del 2-3% de su población por el camino, en caso de contagiarse todo el país. Beneficio económico a costa de un "genocidio por imprudencia".
